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6 de febrero de 2008

Fallo de Sistema


Si no puedes explicarlo, esoterízalo: Le damos un estatuto mágico a lo que haga falta, asumiendo la impenetrabilidad aparente. Que nadie se escandalice, esto nos ofende desde hace poco, y no es tan diferente de la solución moderna. Remedios provisionales hasta que la cosa pueda comprenderse, hasta que alguien deje ese galimatías debidamente destilado y destripado a la vista de todos. Hasta que la bendición del nuevo paradigma quede consensuada.

Lánzate, explícanos un sueño, un extraño escalofrío, la remota vigencia de la vivencia inmediata, o una casualidad demasiado increíble.

Inmediatamente el deja vú será invocado y desde la placa madre, apremiado por el circuito integrado, cualquiera de nosotros te gritará: "¡Fallo del sistema!". La anomalía es un estornudo, y bien merece un "¡Jesús!".

Los zombis, responsables del magisterio, están de mudanza. Tras la puerta de los sagrados recintos ya nadie se conforma con ser aséptico al pecado, ahora el virus es obsesión de la nueva profilaxis. Y los fieles, con los temblores de siempre, olvidan que acojonarse es como montar en bici.

No hay espacio para la maravilla o el pasmo. Deleguemos el Misterio a los nuevos sacerdotes, que desde su templo de Higiene siguen cultivando el presunto trigo.

La jihad de los nietos del neopositivismo eructa satisfecha. Con batas blancas, alzan al cielo sus abrecartas y difunden la oración. Salud y Enfermedad son los extremos del testigo: En la crono por equipos, Dios recobra el aliento y descansa solo cuando Ciencia esprinta a velocidad de crucero. Ahora esprinta Ciencia. Es jodidamente más rápida. Dromocracia.

"Misticismo judaizante", acusa el doctor Habermas. Hay un constipado crónico en la naricita de logos. Galopando vienen los ecos de la gauche plus sophistiquée, carteros celosos, como el correo del zar. Saben que Iglesia y Laboratorio son excelentes cuarteles de invierno para la esperanza. Solo queda espacio para el juego, para el war-game.

Que te quede claro, amigo:
Esto no es ni chicha ni limoná.
El texto tampoco.