Mostrando entradas con la etiqueta pedantería. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pedantería. Mostrar todas las entradas

29 de septiembre de 2008

Una buena razón para aprender francés


Para disipar cualquier duda y avalar del todo a quienes acuden a este blog con el lícito y satisfactorio propósito de denunciar la pedantería de la que aquí se hace gala, hemos considerado (el plural enfatizará lo flatulento, ¿no?) oportuno invitarles a conocer la obra del genial Charles Trenet, y nada mejor para ello que su composición más célebre "La mer".

Va por ustedes.

25 de mayo de 2007

Sobre la enofília (y microcurso de cata en 4 minutos)


Algunos pensamos que Vino se encuentra en algún lugar común entre Libro y Cocina, habituales fuentes del placer y la experiencia. Si no colmuga con esta idea por peregrina y pedante, pues bien por usted también… No se tome en serio este post, pero tampoco se lo tome muy en broma. Placer sí, doctrina no, esa es la única idea digna de retener.

Toda la teoría que en su momento recibió usted para aprender a montar en bicicleta no excede en tiempo a lo que el fumador medio tarda en fumarse un pito. O un purito, si me apura. Pues aún menos tiempo precisa usted para conocer las cuatro cositas que pueden maximizar el goce y la experiencia que se esconden, latentes, en el fondo de una copa de vino.

No se deje engañar. Por mucha pompa que se le ponga, catar vino es más simple que el mecanismo de un botijo.

Volvamos a ese lejano día en que su bici dejó de tener 4 ruedas. Seguramente le dijeron algo como “tú dale fuerte y verás como te aguantas, pero antes mira p’ande te metes”. Y poca cosa más, amén de recomendarle frenar con la rueda de atrás para conservar intacta las piezas de la mandíbula superior al menos hasta la madurez sexual, o reflexiones sobre la probada causalidad entre el uso de la bocina y el estrés ajeno.

El resto, ya se sabe: Usted no hizo nada muy distinto a quién suscribe, que posó su digno lomo y cuartos traseros sobre un prometedor zarzal a razón de frenar con la rueda equivocada; o como el hermanito de quien suscribe, quien involuntariamente introdujo a un campista alemán en el incierto mundo de la planchistería celtíbera (por rayarle todo el lateral del coche con el cuerno derecho de la bici). Si mal no recuerdo, la roulotte se salvó. Eran los tiempos del Naranjito, y las cosas se aprendían a fuerza de hacerlas. Dicho en castizo, “la bici con sangre entra”. Dígame, amable lector: ¿A que ahora usted pedalea de cojones? Convendrá conmigo en que cierta negligencia por parte de nuestros criadores contribuyó a convertirnos en gente de provecho. Es cierto, algún piño quedose por el camino: Pero antes mellado que pelele.

Pues con el vino, tres cuartos de idem. Usted, como persona cabal que és, sin duda sabe distinguir el grano de la paja. Y en verdad basta seguir tres pasitos para comprender un vino. Porque comprender el vino que se está bebiendo no es dar una impecable nota de cata para estar a la última.

Nada de eso: Comprender lo que se bebe solo debería servir, si se disfruta, para entender porqué se disfruta. Dicho de otro modo, qué indicios seguir para encontrar nuevos y mayores placeres. ¿Es usted fanático de la dulce y peluda merlot? ¿Cree que a su lado la cabernet le suele resultar corriente y aburrida? Cuando el sábado por la mañana vaya al colmado a gastarse sus cuatro perras gordas para la pitanza del domingo, ¿qué botella tomará del lineal de la tienda? ¿Dará al Cesar lo que es del Cesar? Yo también pienso así.

Puede también verlo como un juego, como un divertimento. Y bien jugado, verá que solo vale competir contra uno mismo. Con los demás no se compite; se comparte.

Ante el vino, la imbecilidad acostumbra a encarnarse en dos modelos básicos:

A) EL GAÑÁN: Ese tipo que viene y me dice “la birra está más güena, sube poco si la vas meando, y sale más barata”. Pues bien, de las tres afirmaciones del mentecato solo daré por ciertas las dos últimas. Y solo relativamente por ciertas… habrá que ver “qué se bebe” y “cuanto se bebe”. Usted y yo no vamos a debatir sobre la psicoactividad birril, ¿verdad? Y que el vino no está tan güeno, reto a cualquiera imberbe a probar cinco vinos distintos: un amontillado, un tinto atejado, un “ice-wine”, un fragante sauvignon blanc, y un rosado afresado. Y que luego se atreva a decirme que no se ha visto sorprendido por lo mucho que le ha gustado alguno. Cada cual es libre de beber lo que quiera, pero no de mentir. Siempre hay un roto para un descosido, y al menos una de las mil formas de fermentar el mosto de uva puede dar un minuto de placer a cualquier alma sensible. Y todos y todas somos sensibles, no se equivoque.

B) EL ENTERAO REPELENTE: Es aún peor el sabiongo (sabiondo+mongo) que se va al otro extremo y trata de convertir un placer en una religión. Naturalmente aspirará a evangelizarle con su doctrina, la única y verdadera. No dudará en exponerle generosamente las cuatro pamplinas que aprendió de un libro (o peor, de la tradición oral de otro sabiongo) con el deshonesto propósito de iniciarle en una senda en la que usted siempre será su discípulo. Este sabiongo es de sobras peor que el gañán cervecero. Huya de este imbécil: Es tóxico y contagioso. Lo sé por experiencia, porque tengo antecedentes con este delito (por ejemplo, hablando del clarete… La ignorancia es atrevida, y la mía, mucho).

Entremos en harina. Catar un vino es dar alguna respuesta a dos preguntas esenciales:

¿QUÉ PERCIBO? (vista, olfato y gusto)
¿PORQUÉ? (deducir estado y elaboración)

Si quiere jugarlo a conciencia, úse una hoja de cata, se lo aconsejo. Mándeme un email (busque en mi perfil) y le envío un excel con la chusquihoja de cata. Es simple, ramplona y poco original, pero suficiente para pasar con la muchachada momentos de inusitada diversión.


VISTA
¿Qué color?
Los vinos blancos son casi siempre amarillos, pero matices pueden ser pálido, pajizo, verdoso, oro o ámbar (en este último caso, si no es un vino dulce y la cosecha es de hace 2 años, mala señal).
Los rosados pueden ser rosa limpio, anaranjado o ambarino.
Con los tintos es también sencillo: Intente iluminar la copa poniéndola a traslúz (en toda cata, mantel blanco) y valorar si ese rojo es rubí, granate, violeta o un tono teja (este último denota edad).
¿Brillo y aspecto?
Esto es al color como el estucado a la pintura. Le da o le quita gracia al tono, y nos anticipa cosas. Un tinto muy opaco posiblemente sea más aspero en boca, quizás por tener más sustancia sólida. También veremos que se forman “lágrimas” en el interior de la copa por encima del nivel del vino después de mojar esa pared. Eso nos advierte sobre el grado alcohólico que luego comprobaremos en boca.

OLFATO
Sobretodo, ¿a qué huele?
¿A flores (rosa, lavanda) o a fruta (limón, fresa, plátano)?
¿A hierba (tomillo, menta) o a especias (pimienta, trufa)?
¿A algo dulce (vainilla, regaliz) o a tostado (caramelo, café)?
¿Un olor animal (cuero, leche) o amaderado (muebles, barnices)?

Siempre hay algo de todo esto. Es lo que más claramente indicará la variedad de la uva. Oler primero sin agitar, y otra vez tras agitar. Vemos si el vino está cerrado (si no tiene olor) o incluso si después de agitar cambia el olor, que también puede pasar.

GUSTO
¿Es “blandorro”, o por el contrario es muy ácido?
¿Es apenas dulce, o llega a parecer pastoso?
¿Áspero en la lengua?
Una vez tragado, ¿se va enseguida, o llega a durar mucho el gusto? (Persistencia)

Solo contestar 3 o 4 de estas preguntas ya supone una auténtica nota de cata. Comencemos por lo evidente, y sin prisas. Más que el olfato, tenemos bastante atrofiada la memoria olfativa. Podemos buscar algo que leer por ahí para completarlo; Por internet hay recursos mucho más trabajados que este simple resumen. Al pasarlo bien y aficionarnos, enseguida empezamos a relacionar todos estos indicios con variedades, procedencias y elaboraciones. Y a partir de ahí, igual apetece buscar por la línea de lo que nos va gustando, y descubrir de tanto en cuanto algo nuevo. Y quizás sorprendente.

Sin sofistiqueces bobas: Esto es divertido, y con lo que ha leido tiene de sobras para empezar a jugar en casa y divertirse sin complejos (ni pa un lao, ni pal otro).

¡Un brindis por Baco!