
"No, por favor. Tiene muchas y más bonitas. Ésta no, me niego."Pues yo estaba empecinado en que sí. Realmente lo impuse, feo me está pero así sucedió, para qué decir otra cosa. Se leyó "Rusia". De hecho, yo la leí. Y me quedé bien contento.
En la universidad constituímos algo así como un "Grupo de Lectura Dramatizada" (leer poesía, leer bien o lo mejor posible, transmitiendo, pero con el papelito en la mano), y llegamos a presentar en el salón de actos de Letras dos o tres lecturas públicas según algún criterio temático: La poesía de la llamada Generación del 50, o autores más clásicos como García Lorca o Miguel Hernández.
Pues cuando montamos la de Miguel Hernández me emperré en incluir la poco conocida "Rusia", que si mal no recuerdo venía incluída en "El hombre acecha" (¿1937?). Desde luego no es lo más destacable literariamente de su obra, pero es una muestra rotunda de las finalidades a las que aspiraba el poeta en aquellos años de Guerra Civil. Y eso es destacable. Comenzaba así:
En trenes poseídos de una pasión errante
por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
recorro la nación del trabajo y la nieve.
De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
sale una voz profunda de máquinas y manos,
que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.
Lo mejor llegaba dos estrofas después, cuando el elogio a la persona de Stalin era explícito. Esta era la parte que más me gustaba precisamente por ser la parte que más aborrecían la mayoría de compañeros del grupo de lectura. Con la voz más fascista que pude sacar, brazos en jarra, le dije al micrófono:
Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.
De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
de unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
una masa de férreo volumen has forjado.
Y seguía, y seguía. Efectivamente esos hombres la carcel ahuyentaban, por que para eso ya estaba el Gulag. Pero lo más probable es que el poeta pastor no supiera nada del asunto. Eran tiempos en los que la moderación debía moderarse, y la propagandista poesia bélica no se andaba con paños calientes en sus posicionamientos.
¿Y porqué me empeciné en incluirla? Por el empecinamiento que otros tenían en excluirla. ¿No la había escrito también el poeta de Orihuela? ¿No era suya? ¿No era fiel reflejo de su momento? ¿Tanto le admiramos que censuramos una parte de su trabajo?
"¿Pero no lo ves? ¡Daremos una imagen siniestra del poeta!"
Hay que ser meapilas. Quienes nunca tienen dudas escindiendo ética y estética son precisamente quienes luego más las confunden. Quien más golpes de pecho se dan a la sazón de asumir e interiorizar la vivencia del autor es quien luego padece mayor estrechez de miras para contextualizar esa poesía.
Creo que quienes nos vinieron a escuchar se fueron comprendiendo algo más a Miguel.
Accesorio y banal, pensaron los fariseos.
Pues su frívola profundidad que con su pan se la coman.