
Fuí fumador durante unos pocos años, 5 o 6, diría yo. A mi ritmo, acabé asumiendo poco a poco que valía la pena dejar de serlo. Y así lo hice. Sí, algún cigarrillo a escondidas durante "la transición" y todo eso, pero era como hacerse trampas jugando al solitario.
Son más los años que llevo retirado del tabaco que los años que ejercí de chimenea por cuenta de Nobel. Pero mi retirada no me convirtió al talibanismo que demuestran tantos conversos. Sí, alguna vez (una) no he sabido transigir con alguna situación y me he llegado a encabronar con alguien. Incluso esa vez, que me puse como un energúmeno, no fué tanto por el humo que la adicta impuso sino por la mala educación (grave y deliberadamente mala) que demostró. Pero era un caso de juzgado de guardia. Salvo en circunstancias muy específicas y en contexto muy concretos, me da rotundamente igual que la gente fume ante quien no fuma.
Por tanto, nada tengo en contra el tabaco.
Pero por contra, igual digo que nada tengo en pro del tabaco.
Por eso se me hizo tan extraño ver la semana pasada en una cafetería de Zaragoza este letrero, editado por el Gobierno de Aragón. Atendiendo a la vinculación negativa del principio de legalidad (en especial en derecho sancionador), la norma limita y delimita la libertad del sujeto en la medida en que lo no prohibido deba entenderse permitido.
Sí, el cartel pueder aclarar la eventual duda. Pero los carteles autorizadores no dejan de ser un paso hacia la doctrina de la vinculación positiva de la ley, hacia un estado de cosas que ceda al sujeto autonomía "de hacer" solo cuando exista expresa prescripción habilitante. El "hombre perno" entre las vallas. Creo que esto también es insano. Más, incluso.
Nota del autor 4 dias después de publicar este post:
Acabo de releer esto. Un pelín catastrofista, debo admitir. Hace un par de dias en una cafetería de Barcelona ví otro letrero igual: El pitillo dentro de un círculo verde, con el segell de la Generalitat. ¡Pues vaya!
Pero no me retracto de lo dicho, el paternalismo de Estado concibe al individuo condescendientemente, devaluando su edad ciudadana, no conformándose con aconsejarle de abstenerse de comer hamburguesas gigantes, sino prohibiéndolas. Muerto el perro, muerta la rabia. Y eso solo porque "no podemos comer por tí".
Joder, que pegajoso es el catastrofismo.